jueves, 2 de mayo de 2024

Relato "El desesperado" de Paola González Herrador (1º Bachillerato B)

Todo esto surgía en un pueblo pintoresco y tranquilo, en el cual la Semana Santa se acercaba con una mezcla de fervor religioso y tradiciones arraigadas. En medio de este escenario se encontraba Antonio, un hombre de mediana edad que solía ser el alma de la fiesta en cualquier celebración. Sin embargo, Antonio estaba lejos de sentirse festivo. Antonio había perdido su trabajo meses atrás y desde entonces luchaba por llegar a fin de mes. Su familia dependía de él, y la presión de no poder tener todo lo necesario para el día a día lo dejaba peor de lo que estaba. Con la Semana Santa a las puertas, Antonio se sentía aún más agobiado por la sensación de fracaso y desesperanza.

Una tarde, mientras caminaba sin rumbo fijo por las calles vacias del pueblo, Antonio se detuvo frebte a la antigua iglesia. El sonido de las campanas resonaban en el aire, recordando la importancia de la fe en tiempos difíciles. Sin pensarlo dos veces, decidió entrar en busca de un momento de paz y reflexión. Dentro de la iglesia, Antonio se arrodilló frente al altar y cerró los ojos. En silencio, dejó escapar todas sus preocupaciones y miedos en una plegaria silenciosa. En ese instante de onexión espiritual, sintió como si un peso invisble se hubiera levatado de sus hombros.

Al salir de la Iglesia, Antonio se encontró con un grupo de vecinos que lo recibieron con sonrisas cálidas y palabras de aliento. Le ofrecieron ayuda para encontrar un nuevo empleo y apoyo emocional para sobrellevar la difícil situación. Antonio sintió que un rayo de esperanza iluminaba su camino una vez más. Con el corazón renovado y la fe fortalecida, Antonio decidi´ó enfrentar su futuro con valentía y determinación. La Semana Santa que había comenzado con desesperanza, terminó siendo un renacer espiritual para él.

Y así, Antonio aprendió que incluso en los momentos más oscuros, siempre cada tres caídas hay una esperanza si uno mantiene viva la fe en el corazón.


Relato "La mujer de la perla " de Aguas Santas Mazón (1º bachillerato A)

-Doce puñaladas por la espalda, agente Kowalski, la víctima estaba de pie frente a la cama y el atacante vino por detrás- dijo el forense mientras nos explicaba a mí y a mi compañero Skipper la escena del crimen del actual caso. 

Una mujer recientemente viuda la cual había heredado una cuantiosa fortuna asesinada presuntamente por su amante la noche anterior. La criada había encontrado el cuerpo ensangrentado de su dueña esta mañana en la habitación pero el hombre se había dado a la fuga en cuanto amaneció. Al parecer habían tenido una acalorada discusión esa misma noche pero la mujer había insistido en que se quedara a dormir. Según me ha contado la policía cuando he llegado, aparte del asesinato, el amante había robado una considerable suma de dinero y unas joyas entre las que se encontraban unos costosos pendientes de perlas.

- Muy bien Skipper, creo que ya sabemos cual es el primer paso, encontrar al amante e interrogarse sobre lo sucedido. Con suerte este será uno de esos casos que se solucionan rápido. El asunto parecía estar muy claro: el hombre trata de robar a su amante rica, está lo pilla así que la mata y tarda toda la noche en abrir la caja fuerte donde estaban el dinero y la joyas, cuando lo consigue, se escapa. 

- No lo sé Kowalski, hay algo que no me cuadra, la escena del crimen no cuadra con los hechos, la pose de la mujer indicaba que no se estaba defendiendo o atacando, además, la caja fuerte no parece haber sido forzada.

 - De todos modos, aunque tuvieras razón el asesino ya parece más que claro, lo juzgarán y condenarán en cuanto lo encontremos, el departamento no tiene tiempo para estos casos menores, lo que necesitan es un culpable rápidamente. 

Nos disponíamos a salir mientras la amable criada nos abría la puerta pero cuando estaba casi cerrada no pude evitar fijarme en un detalle, los bonitos pendientes de perla que llevaba.

Relato "La mujer de la perla " de Constanza Martín (1º bachillerato A)

Una mañana normal de los años 70 iba caminando hacia el mercado, pues era más económico y, para qué mentirnos, el trabajo apenas me daba para poder pagar el alquiler, la luz y la comida, con suerte me compraba algo de ropa, ya que los pisos en Madrid son muy caros. Mi pasatiempo era la fotografía, usaba una cámara antigua que me regaló mi pobre padre antes de morir. Solía fotografiar a gente de forma imprevista y después las vendía para ganar un poco más de dinero. Entonces, fijándome en cada esquina de las calles poco transitadas de Madrid la vi, una joven muy bella que posiblemente no era mayor de 14 años, con labios de color carmín, ojos negros azabache y tez blancha. Le pedí permiso para echarle una foto, creo que, justo en el instante que accedió vi a Dios sobre ella y pienso que se convirtió en una musa, pues desde entonces no he encontrado a nadie como ella para mis fotografías. 

La joven dama parecía que sabía exactamente cómo posar para llamar la atención de las personas. Se puso casi de perfil, mirando directamente a la cámara y abrió un poco los labios. Logré capturar su esencia. Le pregunté si podía permitirme vernos de nuevo para hacerle un pequeño reportaje de bajo presupuesto. Le expliqué mi mala situación económica y para mi sorpresa, aceptó. Esa joven me dejó "engatusado". Me acompañó al mercado, hice las pequeñas compras que necesitaba y luego la invité a un café. Mientras volvíamos a mi hogar no pude dejar de observar sus preciosos pendientes. Eran de perla, grandes y muy brillantes, y, seguramente eran muy costosos. Calculé que con mi sueldo de medio año podría permitirme comprarle unos igual a la vieja de mi madre y puedo asegurar que iban a ser más pequeños que los que la joven portaba. Al llegar a casa, le dirigí al salón y encendí una vela, logramos hacer fotografías increíbles. Ella decidió esperar para verlas y se quedó atónita al ver el resultado. No pudimos vernos más, pero yo sé que ella fue mi musa y nunca podré recrear unas fotografías con la esencia tan única y sensual que ella desprendía.No vendí sus fotos, ella se quedó con algunas y yo con otras para recordarla como mi joven mi musa, esa musa que llevaba pendientes preciosos de perlas.


Relato "La Gioconda" de Aroa Benhara (4º C)

En un día soleado de primavera, mientras paseaba por las calles empedradas de París,  me encntré con un ancino peculiar que llevaba un sombrero de ala ancha y un abrigo que parecía resistir al paso del tiempo mejor que él. Me contó una historia fascinante sobre la Mona Lisa, una que nunca había escuchado en las guías turísticas. Según e anciano, la Mona Lisa no era simplemente un relato pintado por Leonardo Da Vinci, sino más bien una ventana al otro mundo. 

Me dijo que detrás de la enigmática sonrisa de la mujer retratada se escondía un secreto ancestral, un misterio que solo unos pocos elegidos podían comprender. Me llevó a un callejón oculto, alejado del bullicio de los turistas, y me mostró un pequeño cuadro que afirmaba ser una réplica exacta de la Mona Lisa original. Me explicó que la verdadera magia de la pintura residía en los ojos de la mujer, que parecían seguirte a donde quiera que fueras.

Intrigado por sus palabras, me acerqué al cuadro y me quedé mirando fijamente esos ojos hipnóticos. De repente, sentí como si estuviera siendo transportado a través del tiempo y el espacio. Me vi a mí mismo caminando por los pasillos de un palacio renacentista, rodeado de cortesanos y nobles.

Y, entonces, en medio de la multitud, vi a la mujer, a la Mona Lisa. Sus ojos me encontraron, y por un instante, su sonrisa se ensanchó en reconocimiento. Fue como si hubiera logrado desentrañar el misterio que había cautivado a generaciones enteras de espectadores.

Cuando finelmente regresé a la realidad, el anciano ya no estaba. Me quedé allí, en el callejón solitario, preguntándome si lo que acababa de experimentar habñia sido real o simplemente producto de mi imaginación.

Pero una cosa era segura: la Mona Lisa seguía siendo mucho más que una simple pintura en un museo. Era un portal a o desconocido, una puerta entre muchos que sólo aquellos dispuestos a abrir sus mentes podían atravesar.

Relato "El amor al arte" de Antonio Manuel Rosa Aldana (4º B)

En un mundo donde las pinturas cobran vida en la imaginación de quienes la observan, La Mona Lisa se encuentra atrapada en una perpetua cárcel de inquietud con su característica sonrisa congelada en el tiempo. Aunque miles de personas la visitan cada día en el Louvre, ella anhela experimentar el mundo más allá de los pequeños bordes de su lienzo.

Un día, mientras los visitantes admiraban su belleza, un joven artista llamado Alessandro se detuvo frente a ella, atrapado por su misterio. La Mona Lisa pudo sentir la energía creativa que salía de aquel joven y con un destello de esperanza, despertó del letargo que la había mantenido prisionera por siglos.

Alessandro, con una sensibilidad especial hacia su arte, percibió la llamada silenciosa de La Mona Lisa y decidió pintar una réplica de ella en su estudio. Mientras trabajaba en su lienzo, La Mona Lisa sintió una profunda conexión con el joven artista y comenzó a deslizarse lentamente fuera de su pintura, saliendo de los límites del lienzo.

Al completar su obra maestra, Alessandro se sorprendió al ver a La Mona Lisa materializarse frente a él. Ella le sonrió con gratitud, agradecida por haberla liberado de su encierro. Juntos comenaron a viajar por las cales de París, explorando la ciudad que ella sólo había conocido a través de los ojos de los visitantes del museo.

Durante su aventura, La Mona Lisa experimentó el placer del viento en su característico rostro, la calidez del sol en su piel y el sentimiento de vida que fluía a su alrededor. El joven la introdujo en el mundo moderno, enseñándole la belleza de la tecnología, la música y la diversidad cultural.

Sin embargo, su felicidad se vio apagada por la amenaza de volver a su prisión de lienzo. La Mona Lisa sabía que su libertad era breve y que, tarde o temprano, tendría que regresar al cuadro.

Con el tiempo, Alessandro y La Mona Lisa desarrollaron un vínculo profundo, un amor que era ciego ante las barreras del tiempo y del arte. Juntos idearon un plan para desafiar el destino y asegurar su libertad. Con la ayuda de sus grandes amigos robaron la pintura original del Louvre y escaparon a un lugar lejano donde pudieran vivir en paz.

Libres al fin, Alessandro y La Mona Lisa encontraron un hogar donde su amor pudiera florecer sin restricciones. Y aunqye su fama desapareció, su amor perduró, inmortalizado en los lienzos del tiempo como el más grande romance entre un hombre y una obra de arte.


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